Pero en tu planeta tan pequeño, te alcanzaba con correr tu silla algunos pasos. Y mirabas el crepúsculo cada vez que lo deseabas...
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- ¡Un día, vi al sol ponerse cuarenta y tres veces...!
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Y un poco más tarde agregabas:
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- ¿Sabes?... Cuando se está tan triste a uno le gustan las puestas de sol...
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- El día de las cuarenta y tres veces ¿estabas entonces muy triste...?
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Pero El Principito no respondió.
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